Laicidad y Laicismo
La laicidad y el laicismo son conceptos que dan cuenta de dos formas de concreción de una misma concepción del ser Humano y de su acción.
De acuerdo a lo planteado por la Real Academia Española, el laicismo se define como doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa. No obstante la aproximación etimológica, para efectuar un análisis del concepto es esta definición no nos permite conocer su real trascendencia.
Parafraseando a Norberto Bobbio, resulta oportuno entender que, “Si la diferencia entre creyentes y no creyentes estriba, como yo pienso, en la distinción entre el hombre racional y el hombre de fe, el no creyente debe dar al creyente el buen ejemplo de utilizar exclusivamente argumentos racionales” (Norberto Bobbio, en Cultura laica y laicismo)
En cuanto a la Laicidad, es menester señalar que ésta hace referencia a la esfera más personal e individual: En efecto, laicidad se refiere al proceso de expansión de la conciencia individual, de su robustecimiento en la aplicación de la racionalidad y el libre albedrío. En este contexto, la laicidad se refiere al desarrollo de la capacidad de actuar desde la consideración racional de opciones y posibilidades con total independencia de elementos que, de manera explícita o implícita, niegan la condición de soberanía del Ser Humano. En rigor, cualquier opción humana será válida si se adopta libremente, y, si a la vez, promueve la libertad de nuestros semejantes. Por ello, es un rango esencial de la laicidad el ser capaces de mantener una permanente apertura al cambio y a la revisión de las ideas.
El laicismo por su parte, consiste en el movimiento ideológico partidario a la laicidad que define la autonomía y la independencia de las instituciones políticas y sociales respecto de cualquier otra estructura, rechazando la sumisión directa o indirecta de lo político a lo religioso[1]. El laicismo, de este modo, se concreta en el compromiso de crear y sostener espacios cívicos y políticos definidos por la ética civil. La laicidad es la cualidad que caracteriza a las personas que defienden y promueven el laicismo.
Laicidad y laicismo son partes dinámicas de la propuesta de nuestras ordenes llevan al mundo profano: una propuesta dirigida a todos los seres humanos de alcanzar la maestría de sí mismos expulsando todo determinismo sea este religioso, étnico o de cualquier otra índole.
La laicidad verifica que el pensamiento sea el fruto de la razón, de la ciencia y las propias inclinaciones ideológicas. De la misma manera, el laicismo consiste lucha para que el Estado y las instituciones políticas representen efectivamente a todos los ciudadanos y protejan los derechos individuales y colectivos de los miembros de la Nación. Un Estado Laico garantiza la autonomía individual en un marco societario amplio e incluyente de diversas etnias, partidos, opciones religiosas, clases sociales, etc.
La vigencia de las ideas laicas es condición y condicionante de sociedades en las que la acción social se expresa libre de autoritarismos y fanatismos. El laicismo entiende a la democracia como la forma de relación y de regulación social y política que promueve y consolida la acción del ser humano libre y pensante. La democracia no es sólo el predominio de las mayorías sino que es el debate, la expresión y confrontación honesta de ideas y de propuestas. Es la participación de ciudadanos en la toma de decisiones. La laicidad entiende lo político como el predominio del respeto de la persona, sus libertades, su seguridad, su bienestar material. El respeto de la condición humana es entonces el origen y la finalidad de toda legitimidad.
[1] “laicidad una estrategia para la libertad”
Javier Otaola
Ed. Bellaterra 1999
Javier Otaola
Ed. Bellaterra 1999
Carla Soto M.